La isla de los tres objetos: Parte 6
Escuchaba un sonido extraño en la cueva. A cada paso que daba, a su alrededor sonaban pequeños pasitos que parecían rodearla —ignorando del ambiente los pasos de oso de su cámara, por supuesto, que no era capaz de leer la atmósfera de tensión que claramente los rodeaba.
Respiró hondo e iluminó las rocas a su derecha, intentando divisar qué era, pero nada. Tan fácil no iba a ser. Continuó por la cueva en una pendiente algo resbaladiza hasta que encontró un embalse subterráneo.
-Con lo cerca que estamos del lago, seguramente esto es agua que se ha filtrado con los años. ¿Habrá vida aquí abajo? Uhm… A lo mejor es una pregunta algo absurda…
A la vez que acabó de hablar lo divisó: a su coco Mario, entre las garras del Tirano, una rata de metro y medio con cara de pocos amigos. Y los pocos amigos no eran por rata sino por malo, porque se le veía la intención de golpear a su coco contra una piedra.
-¡Alto ahí, Tirano! ¡Ni te atrevas! -Mariela gritó con la valentía que claramente no sentía. ¡Qué asco le daban las ratas! Pero hizo de tripas corazón por Mario, que era un personaje importante en su show.
-¡AAAAAHHHHH!
Salió corriendo hacia el animal, con su antorcha como arma. El animal, asustado por el repentino grito, soltó el coco y se puso en posición ofensiva, chillando para ahuyentar a su agresor. Mariela pegó un brinco, abatiendo la antorcha y haciendo que la rata retrocediera asustada.
-¡Mario, ya voooy! -cambió de dirección hacia el coco parado junto una piedra y lo recogió. Soltó la antorcha hacia la rata cuando se le acercó para atacar y corrió hacia la salida.
-¿Pero a ti qué te pasa? ¿¡No ves que hay que ahora toca correr!? -Lo agarró de la mano y tiró de él.
Salieron por el agujero casi tirándose al suelo. La rata los seguía a buena distancia, con más roedores pequeños a su alrededor.
-¡Jesús, no hemos enfadado a Tirano, sino a Reina! Y se ha traído a su séquito para acabar con nosotros, ay ay.
Mariela se movió rápido. Soltó a Mario junto al cámara, agarró su pala y golpeó la pared varias veces. La tierra comenzó a moverse hasta que cedió sobre sí misma. Las ratas retrocedieron al ver el desprendimiento, y la chica aprovechó para golpear aún más.
Antes de saberlo siquiera, la pared había caído por completo, llenando de polvo la zona.
-Cof cof… ¿Seguimos vivos? -La voz de Mariela era muy suave, casi inaudible. El cámara no había bajado el aparato en ningún momento, enfocando casi en automático a la chica. Ella se giró bruscamente de repente y comenzó a reír a carcajada limpia. -¿Qué había dicho? Que salvaría a mi coquito, ¡por supuesto! Jajaja ¿a que no esperabas una aventura de tal calibre? Pues esto apenas ha empezado. Mañana más, ¡y mejor!
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