La isla de los tres objetos: Parte 2

-Me pregunto cuándo se me ocurrió que esta sería una buena experiencia. ¿Tú qué crees, Mario?

Mariela estaba cavando tranquilamente en la arena con su pala, hablando con un coco que había encontrado el primer día. Su idea era comérselo, pero no había conseguido abrirlo con sus tres objetos.

Al final lo convirtió en su mascota siguiendo las tradiciones humanas: “si no puedes comértelo, ponle nombre”.

-No hace falta que me reproches tales cosas, Mario. -Se limpió el sudor de la frente y miró al coco-. El destino nos ha traído juntos al menos. Tu compañía es esperanzadora.

Los primeros días los había pasado buscando qué hacer con su vida. Sin mucho éxito, todo sea dicho. Le seguía un cámara que parecía tonto. No hablaba, la grababa como si estuviera automatizado, y cuando la miraba era como si la atravesara. Le daba escalofríos solo de pensarlo así que, ignorado por completo.

Entreteniéndose con la exploración, descubrió un pequeño manantial de agua dulce y una cueva al lado. Claramente, la instalación fue instantánea. Aunque tampoco tenía tanto que mudar, una pena. Y la comida crecía en los árboles. No tenía que hacer nada excepto coger la fruta madura, que alcanzaba perfectamente con la pala.

Así pues, el show era aburrido.

-La solución perfecta a todo problema en esta vida es hablarlo -le contó a Mario-. Una no puede guardarse todo porque puede explotar. Y eso es malo.

Salió del agujero, cogió a Mario y se fue de vuelta a la cueva.

-Yo sé que te preguntas por qué estoy cavando un hoyo en la arena, pero no puedo decírtelo aún. Es un secreto. Quizá para el final descubras para qué es.

Sonrió hacia el cámara de los ojos muertos, puso una pose muy guay para vídeos y acabó de hablar.

-Al menos aseguro que no te decepcionará.


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