La isla de los tres objetos: Parte 1
-A partir de aquí, estarás completamente sola -dijo la presentadora hacia la cámara -. Deberás aprender a valerte por ti misma y superar el reto de estar un mes en una isla desierta.
Mariela se cruzó de brazos con aburrimiento. Todavía se preguntaba cómo cuernos se había dejado llevar por la emoción de su madre para apuntarse a aquella tortura.
-Es solo un mes. Seguro que sales de ahí hecha una sílfide. Anda, dale una oportunidad, boba.
Ya cuando pasó el casting comenzó a corroerle la duda de si realmente había hecho bien pero ahora, en la orilla de la playa y con la pesada de la presentadora hablando a la nada, no podía retractarse. Al menos hasta que pasara una semana como mínimo.
-¡A continuación, vamos a pasar a la elección de los objetos!
-Al fin... -murmuró con alivio.
Cuanto antes empezaran, antes acabarían. La chillona mujer se giró hacia ella mientras el equipo de fornidos mozos de plató ponían todo tipo de trastos en la arena, fuera de cámara.
-Por aquí tenemos los objetos de esta nueva edición, siguiendo las recomendaciones que nuestra audiencia nos ha dejado en redes sociales. -Fue caminando con el micrófono en la mano hacia los objetos -. Entre estos tenemos cosas realmente interesantes, como una pala o un machete, y otras de dudosa utilidad para esta ocasión, como un violín. -Miró a Mariela con una fingida expectación, totalmente sobreactuada -. ¿Qué tres objetos te llevarías a una isla desierta para sobrevivir?
Ahí estaba, la había soltado. La maldita frase que había hecho famoso a aquel show televisivo de corte genérico. A partir de aquí, era su momento.
Carraspeó y observó todos los objetos uno a uno. Había auténtica porquería. ¿Para qué quería un abrelatas si no podía llevarse latas para vivir durante ese mes? O un cargador de ordenador portátil, sin ordenador portátil ni corriente.
Cuando firmó el contrato, había una cláusula que estipulaba el carácter de entretenimiento de aquel show. Iba a cobrar por estar allí así que, naturalmente, le pedían que cumpliera una serie de requisitos. Así que, sabiéndolo, Mariela vino con la intención de cobrar lo más posible.
Y ya que había venido a jugar... lo mejor era dar juego, ¿cierto?
-Quiero la pala, el libro de Guerra y paz y... -hizo una leve pausa en la que sonrió a la cámara más cercana directamente, aunque no sabía si era la correcta -. Y los clips.
Más adelante se enteraría de que, efectivamente, esa no era la correcta y había hecho el ridículo.
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