Intrusos

El cansancio me tenía atontada en lo que esperaba por el transporte público.

A pesar de ser febrero, era un día extrañamente caluroso. Por mi cabeza pasaban los eventos del día: el problema que no podía solucionar, la asignatura que no conseguía aprobar, el trabajo que no pude entregar...

No no no no no. Hoy había sido malo, pero eso no implicaba que mañana pudiera ser mejor. Solo tenía que llegar a casa y ponerme para terminarlo todo.

Miré el reloj y me decidí. Eran las cuarto de la tarde. Si todo iba bien, de límite podría ponerme la 01:00am.

Y fue así. Con un suspiro de alivio, me subí al vagón y me senté lo más atrás posible, en la esquina más oscura. Ahí me apoyé en la pared y cerré los ojos.

A lo largo del trayecto, escuché una notificación que venía de mi móvil. Desbloqueé el aparato y leí la notificación. Había llegado al fin el correo de mi profesora.

Era la respuesta al que yo le había mandado esa misma mañana pidiéndole disculpas por enviarle un día tarde el trabajo, y que si me lo podía puntuar.

Lo abrí rápidamente para ver qué opinaba al respecto.

"No quiero tratar con alguien tan vaga y mentirosa como tú."

Con un sobresalto, abrí los ojos. Mi corazón iba a mil, y por más que respiraba parecía que no entraba aire en mis pulmones.

Me senté en la cama y miré desorientada hacia el frente. Todo había sido un sueño, aunque tremendamente desconcertante.


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